domingo, 29 de junio de 2008

Rosario “La Monche” Ortiz

Dicen que fue vivandera del Batallón Guía y dicen que en la batalla de Loncomilla se convirtió en soldado y luchó como el mejor por el bando rebelde antigobiernista del General José María de la Cruz.

Dicen que en esa batalla le salvó la vida a su General cuando unos traidores intentaban asesinarlo, y que tomó prisionero al Mayor gobiernista Basilio Urrutia, quien después llegó a convertirse en General de la República.

Dicen que ayudó a bien morir a Eusebio Ruiz veterano de mil batallas quien peleó en la infantería, en la caballería y en el mar, con sable y con carabina y también al hermano de Ruiz.

Dicen que después de la batalla estuvo prisionera en Talca y la hicieron marchar una hora alrededor de la Plaza de Armas con un fusil en alto, antes de liberarla.

Dicen que años más tarde en otra revuelta contra Montt vistió nuevamente el uniforme militar con el grado de Capitana y disparó el primer cañonazo contra la guarnición de Concepción.

No mató indios en las Montañas Negras de los siux, como Calamity Jane, sino que vivió en territorio mapuche y fue protegida por ellos de las persecuciones del gobierno de Montt, al culminar esta última sublevación en una derrota.

Dicen que la llamaban la Monche y que murió pobre y olvidada, pero una mano del pueblo escribió sobre su tumba:

“Aquí descansa La Monche.
Vivió y murió por la Libertad.
Un obrero.”

Digo que el viento, la lluvia y el olvido borraron esa inscripción que solo se recuerda en los libros. Creemos que su tumba no pudo estar muy lejos del Mausoleo del General Cruz, el más ostentoso de todo el Cementerio de Concepción.

Hoy sus huesos —hechos polvo— descansan seguramente en una fosa común, mezclados con otros huesos del pueblo penquista, quizás como ella misma lo hubiera deseado

Juan Schilling
La Nave del Olvido

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